El mar. El de siempre. Fuerte y estático en un día de sol, escucha el sonido de una armónica en el puerto de Barcelona. Una canción sin rumbo que me detiene, cómo a las gaviotas. Estoy entre mar y montaña, entre lo urbano y lo salvaje. Donde nací y donde aprendí a crecer. Todo se mueve a cámara lenta, respiro y escucho cómo el viento ondea las palmeras del paseo marítimo.
Es un cuento de hadas con todos los ingredientes del desenlace. Junto al mar. Libre. Él no me juzga, sabe que siempre voy a estar ahí, que aunque esté lejos siempre vuelvo. Que es parte de mi vida. Le hago una declaración y sabe que le siento. Sabe que nunca va a dejar de sorprenderme, porque cada vez tiene un color distinto. Un matiz de experiencia.
Transeúntes en bicicleta, pasajeros, visitantes, perros fieles... Todos pasan junto a él... Les contempla y les desea suerte, como siempre hace conmigo.
Barcelona es mágica. Está entre azules. El del cielo y el del mar. El de la tranquilidad de todos los que pasean, del que toca la guitarra en el muelle y lanza miradas cómplices... ¿Nos hemos visto alguna vez?
El barrio gótico. Las calles estrechas de los comerciantes, los pequeños negocios, las terrazas de la Plaza Real. Músicos espontáneos y artistas en las Ramblas, cafés y teatros con solera bohemia. Santa Maria del Mar, el bullicio de Plaza Catalunya, la interminable Sagrada Familia...
Es un cuento de hadas con todos los ingredientes del desenlace. Junto al mar. Libre. Él no me juzga, sabe que siempre voy a estar ahí, que aunque esté lejos siempre vuelvo. Que es parte de mi vida. Le hago una declaración y sabe que le siento. Sabe que nunca va a dejar de sorprenderme, porque cada vez tiene un color distinto. Un matiz de experiencia.
Transeúntes en bicicleta, pasajeros, visitantes, perros fieles... Todos pasan junto a él... Les contempla y les desea suerte, como siempre hace conmigo.
Barcelona es mágica. Está entre azules. El del cielo y el del mar. El de la tranquilidad de todos los que pasean, del que toca la guitarra en el muelle y lanza miradas cómplices... ¿Nos hemos visto alguna vez?
El barrio gótico. Las calles estrechas de los comerciantes, los pequeños negocios, las terrazas de la Plaza Real. Músicos espontáneos y artistas en las Ramblas, cafés y teatros con solera bohemia. Santa Maria del Mar, el bullicio de Plaza Catalunya, la interminable Sagrada Familia...
Siento que nunca me he ido, siento que el tiempo no pasa en esta ciudad en la que brotan el dinamismo y la armonía. Junto al mar. Mi mar. Nunca me cansaré de decírtelo...