Wednesday, April 2, 2008

El corazón late



Cruzar una frontera endeble, llegar a una estación azul y blanca, como el Schalke 04, el tesoro de Gelsenkirchen... Por inercia nos dirigimos al Veltins Arena, un estadio tan lejano y desconocido para nosotros como para la plantilla. Cubierto y perdido, por cierto, en medio de la nada, en una especie de monte desértico empapado por la lluvia. Lo rodeamos una y otra vez, pasando por los pocos chiringuitos en los que venden cerveza a precio de oro. Pero la experiencia empieza a tomar color, con una penya que canta las canciones más populares, con un sentimiento adoptado pero más intenso que ninguno. Boixos nois que conducen 1200 kilómetros para poder ver a su equipo, para meter caña a un Barça en letargo... Una afición un tanto desencantada pero que sigue ahí, enmascarando las voces alemanas con un Tot el Camp a capella y demás himnos de gradas.


El himno de la Champions nos mete de lleno en el espectáculo, nos hace ver que estamos ahí, que lo estamos viviendo en primera persona, en el corazón de Europa, como si estuviéramos en casa. Bueno, quizás en casa no es la palabra, nada que ver con un partido en nuestro campo, donde la afición blaugrana no es un punto negro en el estadio...


Salen al campo, a demostrar que son grandes si es que todavía pueden. Y sí, se mire por donde se mire, son buenos. Son estrellas. Estrellas que a veces esconden su eficacia por abusar de su propia confianza, desdeñando a una afición fiel. Por eso en ese momento no podemos echarles nada en cara, porque a pesar de todo se llevan un triunfo acariciado por el pequeño Bojan, el niño grande del Barça. Suena estúpido, a tópico o a hipérbole. Pero el corazón late.

El partido no fue brillante. Pero a pesar de ello dominaron el campo contrario y eso merece un viaje... Madridistas: sí, sufrimos al final con esos cuatro córners que casi nos llevan al empate, ¡pero no fue así! El Schalke no fue muy creativo y la defensa demostró que a pesar de tener desencantados a sus seguidores... El Barça es el Barça... ;)


La noche terminó en la oscuridad de ese pueblo/ciudad que sólo huele a fútbol, con una ruta de los bares más excéntricos que nos provocaron risas entre alguna que otra cerveza. Un incidente con el mechero que casi me deja sin pelo -aunque parezca mentira- pero también motivo de risas. Algún que otro intercambio de palabras con los del Schalke, correctos, cercanos y muy venerables porque mantenían la cabeza bien alta con una sonrisa simpática. Un viaje de vuelta encadenando trenes entre cabezadas. Una experiencia irrepetible, difícil de contar con palabras y, como tantas, imborrable.