Tuesday, January 26, 2010

Parole di Roma

Para escribir mis aventuras romanas decidí abrirme un nuevo blog -"vida nueva, blog nuevo"- en el que espero ser más constante y no aburrir demasiado al personal con las hazañas y sorpresas que me regale la ciudad. No descarto volver a desvariar en este espacio que como sabéis, por cuestiones relacionadas con el sentimiento de amor-odio que me produce inmensidad de la web, tiene acceso limitado. De momento, queda abierto "Parole di Roma".

Gracias a todos los que me habéis soportado mirando al cielo durante este tiempo. ¡Sois muy grandes!

Baci!

http://parolediroma.blogspot.com/

Monday, August 17, 2009

Agosto azul

Azul. El azul de ese mar que tanto echo de menos y que siempre me recibe con los brazos abiertos. El mar de Barcelona, el de Llavaneres. De Tossa de Mar, de Palafrugell, de Sitges... Y también el de Niza, Cannes, Marsella. Una Marsella sucia, ruidosa y hostil, pero entregada al mar, a un oleaje veraniego, en calma. Paseamos sin rumbo y sin querer llegamos a la Plage des Catalans, un guiño más a esos recuerdos encontrados que afloran en silencio después de un pequeño letargo que quiere romperse. Otro agosto azul.

Cannes y su aura de esnobismo nos llevan a los pocos metros cuadrados de playa sin privatizar. Nunca pensé que pudiera caber tanta gente en una playa. Llena de, imagino, amigos de una segunda residencia en la Costa Azul, también llamada Riviera Francesa, y demás cuerpos anaranjados, tono adquirido por indudables sobredosis de sol. ¿De verdad alguien puede considerar que pasar más de un segundo en medio metro de playa abarrotada, delimitada por una valla de gomaespuma que marca la frontera de la riqueza, es una actividad vacacional?

El instinto noctámbulo nos lleva a dormir más de la cuenta y a perder el barco a Saint-Tropez y la jugada resulta de lo más acertada: a cambio, embarcamos por un módico precio a la isla de Sainte Marguerite, la más grande de las islas llamadas Lérins, una auténtica delicia que pensábamos dejar de lado en nuestra ruta. No need of Saint-Tropez.

Calas rocosas a mar abierto, entre pinos y eucalipto, entre sueños, risas y una tormenta que obliga a los ricos a regresar de sus regatas familiares y a nosotras a refugiarnos bajo un pequeño porche de madera que nos regala una fragancia silenciosa de corteza mojada.

Noches con espectáculos callejeros de faquires. Charlas en la playa, Orangina y ganas de vivir. El presente y el futuro. El futuro y el presente.

Y en Niza nos esperan kilómetros de playas pedregosas y de un mar azul turquesa que nos mira y que contemplamos bajo una cascada. Y el barrio viejo, con sus calles estrechas, su idiosincrasia italiana, sus pequeñas galerías de arte, kebabs de lujo, heladerías, zocos con olor a especias y paraísos de azúcar.

De nuevo la noche, que tanto me atrapa, entre un pianista generoso que regala hasta emocionar el movimiento invisible de sus manos, que hipnotizan a turistas adormecidos. Y una competición amistosa de “skaters”, franceses hasta la médula, lanzados a saltar tres metros de altura sobre ruedas y con los cascos del iPod bien encajados en los tímpanos.

Noches de brisa que anticipan un fin de semana en San Sebastián, con conciertos bajo un cielo estrellado, fuegos artificiales sincronizados con una selección musical de lo más emotiva y destellos de luz multicolor que se reflejan en la playa de la Concha. Sin olvidar un paseo por Biarritz y sus casas de cuento de hadas, una mañana de pintxos en las taskas del casco viejo de Donosti, guiños a la Real y paseos por una ciudad que desprende respeto, cariño y vida.

Saturday, August 8, 2009

Ayer, hoy y mañana

El tiempo pasa, corre, vuela. El verano se desliza entre mis sentidos, deja atrás mis miedos y amanece con nuevas miras. Y no puedo pensar en mañana, quizás porque por fin estoy cumpliendo la máxima que hace tiempo me impuse: “vive el hoy, hoy y el mañana, mañana”. Y ahora tengo que aprender que ayer fue ayer y que para no tropezar hay que mirar bien al frente, sin perder las coordenadas de lo inmediato.

Aprendo a viajar a rincones ocultos, a escuchar, a querer. A aprender queriendo. A despegar de un suelo frío, volar alto, nadar en la luna, caer, volver a lanzar mis pies al vuelo y caer más despacio, amortiguando el dolor con un flotador menos hueco.

Abro el libro y aprendo a colocar el marcapáginas entre cada capítulo. Siempre con ganas de abrirlo, siempre con ganas de volar, pero sin dar la espalda a lo que está ahí cerca, palpable, en la tierra.

Sunday, May 24, 2009

Y entonces sale el sol

No es fácil dar con gente que sonríe. ¿Por qué cada mañana el metro está inundado de estrés, de rostros de hartazgo que tiran piedras contra sí mismos, de una multitud que camina hacia una irreversible vorágine de tensión, hacia un mundo que parece no querer oír hablar de dicha?
Quizás a veces las cosas no estén fáciles para sonreír. Pero cuando encuentro a alguien que lo hace, me emociono. Y también sonrío. Tanto, que puede apoderarse de mí una incalificable cara de estúpida. Eso sí, con un gesto alegre que tampoco intento disimular, porque soy incapaz y porque fingir la alegría es una torpeza.

Y entonces sale el sol, y escucho esa canción que tanto me gusta, que me empuja cada mañana con vigor hacia todo lo maravilloso que viene y a saltar cada pequeño obstáculo. Hace tiempo que el sol está radiante, que los colores de Madrid brillan. Que sus luces son hermosas, todavía más cuando es de noche. Los atascos se hacen llevaderos, el viaje en metro es más corto, los días pasan volando.

Y me pregunto cuánto durará esto, si es posible guardar un trocito de felicidad en el bolsillo, si es posible que haya tanta gente que ama la vida, que por fin eclipsa a toda aquella que se empeña en destruirla. Vuelo como una pluma, entre sueños y tropiezos, entre cambios y rutina. Y me cuesta creerlo, pero lo creo, porque la clave está en aprender a desechar lo malo. De pronto, me encuentro con grandes dosis de sonrisas. Porque esta es nuestra recompensa y porque nadie puede cortar unas alas que ansían con fuerza pasear por encima de las nubes.

Saturday, April 18, 2009

Colores

Creemos que somos libres, pero quien manda es el despertador. Eso me dijo ayer un escritor, uno de esos que, a pesar de vivir con esa maldita imagen que le ubica frente a un ordenador con una botella de whisky, no duda en comparar la escritura al chamanismo, a las drogas o a una vía de escape fascinante que no pretende ser más que eso: un remolino de fantasía que hace despegar los pies del suelo y viajar al horizonte más profundo de uno mismo.

La cuestión, pensé yo, es cómo convertir ese chirriante pitido en una música, en una vibración que nada tiene que ver con la estridencia, sino con la vida. Porque cuando oyes el despertador es porque estás ahí, despierto, aunque lo apagues, lo frenes, lo tires o lo rompas. En todo caso estás ahí, a puntito de desplegar las sábanas o próximo a un viaje al rincón más calentito de la cama y a tus quimeras matutinas. Yo de esas tengo muchas, por eso procuro hacer que suene media hora antes. Masoquismo, dicen...

Entonces te enderezas, pones un pie en el suelo, vuelas a la ducha, te embobas frente a la nada, te duchas, te vistes, desayunas o te vas pitando rumbo a la rutina. A ese curro que tanto odias, a esa jefa que tanto detestas. O a esa silla que te cautiva y ese jefe al que admiras. Pero rutina, al fin y al cabo. Cómo hacer de ella algo apasionante y no mecánico depende única y exclusivamente de cómo uno se tome la vida, reto indisociable del estado de ánimo, de esos dañinos cambios de humor... De la luna o del horóscopo, quién sabe. Ese alboroto emocional que a unos nos bloquea y a otros nos motoriza. O las dos cosas.

Y cuando te bloqueas también bloqueas a aquel con el que compartes tu mirada hacia el mundo, tu rutina, tu camino, tu vida. Porque amar también es odiar, porque el dolor y la emoción se dan la mano y porque a veces un chirrido es un chirrido y no hay manera de convertirlo en música. Pero entonces suena esa canción que tanto te gusta y lo ves todo de otro color. That’s the time I love the best, como diría Donovan. Y todo, la libertad y el mandato del despertador, depende de esos colores, y de cómo sean los filtros del cielo y el suelo en ese sueño vivo.

Saturday, February 21, 2009

La mirada o el eclipse de la estrella

Un día, no hace mucho, un actor me dijo que lo más importante a la hora de interpretar era contar una historia con la mirada. Me di cuenta de que la caída de los párpados, la apertura de la pupila, el movimiento de la retina o el brillo del iris, marcaban la diferencia entre un buen actor y una estrella que se queda en el camino.

Aunque se ha convertido en la actriz más joven con cinco candidaturas, todavía no se ha hecho con el Oscar, pero tiene dos BAFTA y una pareja de Globos de Oro.
Aunque ahora brille su sensualidad, a lo largo de su vida ha sufrido impertinentes comentarios porque su figura no se adaptaba al arquetipo estético hollywoodiense de los últimos años...

No importa: convive a gusto con sus imperfecciones y es genuina. Es actriz, no estrella.

El último año confirma su talento. Por partida doble. Participa en dos grandes películas, “Revolutionary Road” y “The Reader”, y, en los dos casos, aflige al espectador con su mirada, dando vida a dos mujeres diametralmente opuestas pero con mucho en común, quizás el toque Winslet. Creció en una familia de actores de teatro y eso se nota.

La mirada de April es inconformista, ansiosa, sofocada y egoísta, la de una mujer incapaz de aprender a ser feliz -discapacidad emocional muy común en nuestros días, por cierto, no sólo en the american way- e incapaz de construir su vida dentro de su realidad. Hanna transmite vergüenza y también sufre.

Después de haberme enfrentado a muchas de sus películas -desde Sense and sensibility a The Reader, pasando por Titanic, The Holiday o Finding neverland- Kate Winslet se ha ganado mi respeto.

Espero que el fantasma de Titanic desaparezca tras este salto kilométrico de la actriz. Reconozco que la superproducción de Cameron, la película más taquillera de la historia, marcó un hito en mi adolescencia –no lo vamos a negar, a estas alturas-, pero no dejó de ser un punto de inflexión en las carreras de dos grandes actores, Winslet y Dicaprio, que desde 1997 han vivido a la sombra de un estrellato que eclipsaba su talento.

Wednesday, January 28, 2009

Excusas

Hoy es uno de esos días en los que me acuesto satisfecha. Quizás al precio de que me duela todo (¿De verdad tengo 21 años? Me asusta...), a costa de que músculo que muevo, músculo que me pega un gritito desde el fondo de mi pequeño ser y me dice que ya es hora de dormir. Me acosté tarde, disfrutando de un libro.

Hacía tiempo que no disfrutaba de un libro. Es uno de esos placeres que he dejado abandonado mucho tiempo. Sé que no me lo voy a perdonar: he malgastado mi valioso tiempo en pensar en mi mundo imaginario, olvidándome de los universos paralelos que se encuentran en la lectura.

Internet, televisión, prensa, vida social, estudios, trabajo... Días y días, de sólo 24 horas, que se me escapan de la mano. Se me había olvidado lo bonito que era esbozar una sonrisa o una sutil carcajada, sentir angustia o acercamiento placentero hacia esos seres creados y perfilados por la escritura y definidos por la imaginación.

Prometo que no voy a olvidar eso nunca más. Gracias a una de mis conciencias (sí, tengo varias, si tuviera que contar sólo con una...) y gran amiga, un “run run”, de esos que nunca escuchas hasta que te hacen pensar, rugía sin cesar desde todos los libros que tengo en la estantería del lateral de la cama. Cada uno lo hacía a su manera, pero todos rugían. Y yo, demasiado preocupada por mi mundo, interpretaba lo siguiente: me preguntaban por qué les tenía tan cerca y les trataba con indiferencia, sin demasiados cuidados. Les miraba. Elegía a uno, le daba mimos y al rato sentía que los demás gritaban celos. Me invadía una sensación que me impedía prestar demasiada atención a cualquiera de ellos. Eso me podría acusar de tener favoritismos, de actuar de manera arbitraria con mis pequeñuelos.

Sí, por muy triste que parezca, esa es una explicación de mi reticencia a la lectura en los últimos tiempos, además de la falta de disponibilidad. En definitiva, excusas baratas encontradas en lo más profundo de mi ego.

Hoy he formulado mis primeras preguntas a una escritora de verdad. Y lo de ayer eran deberes. Pero unos deberes que hice demasiado a gusto como para no permitirme el lujo de proponérmelos a mí misma más que de vez en cuando (desde mi propia conciencia, esta vez) y socializar con los personajillos de los libros.