La cuestión, pensé yo, es cómo convertir ese chirriante pitido en una música, en una vibración que nada tiene que ver con la estridencia, sino con la vida. Porque cuando oyes el despertador es porque estás ahí, despierto, aunque lo apagues, lo frenes, lo tires o lo rompas. En todo caso estás ahí, a puntito de desplegar las sábanas o próximo a un viaje al rincón más calentito de la cama y a tus quimeras matutinas. Yo de esas tengo muchas, por eso procuro hacer que suene media hora antes. Masoquismo, dicen...

Entonces te enderezas, pones un pie en el suelo, vuelas a la ducha, te embobas frente a la nada, te duchas, te vistes, desayunas o te vas pitando rumbo a la rutina. A ese curro que tanto odias, a esa jefa que tanto detestas. O a esa silla que te cautiva y ese jefe al que admiras. Pero rutina, al fin y al cabo. Cómo hacer de ella algo apasionante y no mecánico depende única y exclusivamente de cómo uno se tome la vida, reto indisociable del estado de ánimo, de esos dañinos cambios de humor... De la luna o del horóscopo, quién sabe. Ese alboroto emocional que a unos nos bloquea y a otros nos motoriza. O las dos cosas.
Y cuando te bloqueas también bloqueas a aquel con el que compartes tu mirada hacia el mundo, tu rutina, tu camino, tu vida. Porque amar también es odiar, porque el dolor y la emoción se dan la mano y porque a veces un chirrido es un chirrido y no hay manera de convertirlo en música. Pero entonces suena esa canción que tanto te gusta y lo ves todo de otro color. That’s the time I love the best, como diría Donovan. Y todo, la libertad y el mandato del despertador, depende de esos colores, y de cómo sean los filtros del cielo y el suelo en ese sueño vivo.
2 comments:
Moniquilla levantandose por la mañana...no necesitas un despertador!necesitas una pesada como yo q tire de ti!! ;)
que bonito! y preciosa la canción! pero..qué mejor rutina que la que nos gusta??..animo para esos despertares!
Post a Comment