Ya teníamos uso de razón cuando había dos monedas en circulación. Para nuestros padres era un lío. A nosotros no nos costó mucho, pero también sabemos lo que son las pesetas. Sentimos que somos jóvenes porque hablamos en euros, pero nos vemos demasiado mayores cuando le explicamos a un niño que las chuches costaban un duro y que las tiendas que ahora son de chinos antes eran “todo a 100”. Leemos prensa por Internet pero sabemos que un quiosco no es un lugar en el que venden sólo souvenirs y caramelos, sino también periódicos y revistas. Hemos crecido con telebasura, pero también hemos visto debates políticos y documentales, añoramos Barrio Sésamo y sabemos quien era Chanquete, aunque sea de oídas.
Hemos tenido la suerte de conocer a Papá Noel, pero también sabemos quienes son los Reyes Magos. Escribíamos la carta (¡A MANO!), dejábamos una bota y no un calcetín y queríamos que nos tiraran caramelos en la cabalgata. Sabemos que el 1 de noviembre no sólo es el día después de Halloween, sino que las abuelas van al cementerio y que se comen castañas. Supongo que como en todas las épocas, sentimos propias cosas del pasado. Aunque nuestra memoria histórica sea joven ya somos parte de la historia. Sabemos lo que fue el “efecto 2000” y hemos visto fotos del 11-S en nuestros libros de historia. No sólo eso, si no que también lo vimos en directo. Hemos presenciado un cambio de milenio, que no es poco. Nuestro propósito: hacer que los que vienen, los que ahora empiezan a crecer, también conozcan todas esas cosas que hemos vivido y no olviden que el pasado, además del presente y el futuro, también construye nuestra vida.